Poesía

Cada mañana ponía en los arroyos acero

Cada mañana ponía en los arroyos acero y lágrimas y adiestraba a los pájaros en la canción de la ira: el arroyo claro para la hija dulcemente imbécil; el agua azul para la mujer sin esperanza, la que olía a vértigo y a luz, sola en el albañal entre banderas …

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Era incesante en la pasión vacía

Era incesante en la pasión vacía. Los perros olfateaban su pureza y sus manos heridas por los ácidos. En el amanecer, oculto entre las sebes blancas, agonizaba ante las carreteras, veía entrar las sombras en la nieve, hervir la niebla en la ciudad profunda.

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El vino era azul en el acero

El vino era azul en el acero (ah lucidez del viernes) y dentro de sus ojos. Suavemente, distinguia las causas infecciosas: grandes flores inmóviles y la lubricidad, la cinta negra en el silencio de las serpientes.

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Amor que duras en mis labios

Amor que duras en mis labios: Hay una miel sin esperanza bajo las hélices y las sombras de las grandes mujeres y en la agonía del verano baja como mercurio hasta la llaga azul del corazón. Amor que duras: llora entre mis piernas, come la miel sin esperanza.

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AÚN

          AÚN Hubo un tiempo en que mis únicas pasiones eran la pobreza y la lluvia. Ahora siento la pureza de los límites y mi pasión no existiría si dijese su nombre.

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Llegan los animales del silencio

Llegan los animales del silencio, pero debajo de tu piel arde la amapola amarilla, la flor del mar ante los muros calcinados por el viento y el llanto. Es la impureza y la piedad, el alimento de los cuerpos abandonados por la esperanza.

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