Gamoneda viaja hasta la Edad Media
Emilio Pascual convierte al premio Cervantes leonés en uno de los personajes de su novela ‘El número de la bella’
‘El libro de los venenos’ de Gamoneda y otras referencias leonesas aparecen en la obra ‘El número de la Bella’
«No faltan las alusiones a la monja Egeria, uno de los personajes más misteriosos de la cultura occidental»
Por NICOLÁS MIÑAMBRES
[Publicado en Diario de León el 15/04/2012]
Es frecuente que los escritores, especialmente muertos, resurjan como personajes literarios, pero no es de extrañar que Antonio Gamoneda aparezca en vida. La clave hay que buscarla en el valor de su obra, en su proyección y en la admiración y el afecto que muchos creadores sienten por él. Es el caso de Emilio Pascual, autor de El número de la Bella, una de las novelas más interesantes de las publicadas en España en los últimos años. Que su divulgación haya sido mínima dota de un valor especial a la obra. En ella, la presencia de Gamoneda es subrepticia y literaria, pero de gran valor simbólico.
Se trata de una novela de ambiente medieval, de profundo sustrato erudito, con cientos de referencias literarias en las que se mezclan las extraídas de la cultura clásica y las de procedencia contemporánea, y entre ellas no faltan las referidas al premio Cervantes leonés. Ambientada en el monasterio de Liébana, en el siglo VIII, la obra es «una intensa novela de amor», según escribe Ángel Basanta. Pero es un amor de resonancias místicas, con el Cantar de los cantares y el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz como fuente esencial. La novela ofrece detalles leoneses, bercianos concretamente, como es el caso de la monja Egeria y Valerio del Bierzo, con su obra las Querimoniae, las «querellas». Se trata de «una especie de autobiografía fragmentaria y apasionante, que retrataba su carácter turbulento y combativo, como si hubiera sido templado en la fragua hidráulica de Compludo». El Valerio que Emilio Pascual presenta en la novela es, además, un hombre de obsesiva afición por los libros. Hombre de independencia absoluta, «su vocación irrefrenable de anacoreta en el Bierzo (…) lo hacía incompatible con la vida cenobítica». En esas referencias no falta la alusión a la monja Egeria, a buen seguro uno de los personajes bercianos más atractivos y misteriosos de los albores de la cultura occidental.
La onomástica de la novela tiene un buen representante en Asfodelario («era bisnieto de un sobrino de Valerio del Bierzo»), personaje relevante en la novela. Se dedica a quehaceres de cantería y, conocedor de las hierbas, es autor de un Venenorum liber, como Gamoneda.
De ahí surge el curioso juego literario, con fuente en Antonio Gamoneda. He aquí algunos ejemplos. Del beleño dice el narrador: «Con sus hojas anchas, largas, hendidas y vellosas y su raíz narcótica». En el Libro de los venenos, la descripción de Antonio Gamoneda es más completa, sin que falte una bella leyenda del beleño negro. La unción que se hace a la sacerdotisa tiene efectos misteriosos: «Con lo cual quedé confirmado en que Serwa llegó a sentir, como verdad física, alguna semejanza con las palabras o el cuerpo de los dioses».
Sugerente intertextualidad
En ocasiones, la descripción es semejante, como ocurre con el acónito («que en la forma y color es parecido al trigo»), pero Antonio Gamoneda se detiene con mayor profusión de detalles, recogiendo la curiosa historia de Cippo. Algo parecido ocurre con la cicuta. Si Emilio Pascual ofrece una breve descripción, el poeta leonés lleva a cabo una poética paráfrasis. La coincidencia descriptiva se da también en la descripción del abrótano. De Venenorum liber se ofrecen muestras escritas en latín, vertidas al castellano, y bastantes versículos de Gamoneda. [«…Ver con los ojos cerrados / el dolor que ya veo con los ojos abiertos».] [«Vi descender llamas doradas sobre muros de sombra. / Eso fue antes de la aparición de los símbolos».] [«Alguien está diciendo adiós, adiós sin palabras».] [«¿Quién puede resistir la perfección del silencio?».] [«El resplandor está en la muerte». «Oyes la música de los límites y ves pasar al animal del llanto».
Este versículo del Libro del frío tal vez sea el mejor colofón para comprobar cómo el espíritu de Antonio Gamoneda le ha servido a Emilio Pascual para ofrecer sugestivas muestras de intertextualidad del poeta leonés que, con una hierba ignota, evoca su vida: «Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida».]