“Felicidad bajo manteles ásperos. La escritura vital de Antonio Gamoneda” (Mercurio Editorial, Getafe, 2015) es un pequeño libro de ensayo-literatura que reproduce, en 25 páginas, la intervención del novelista, poeta y profesor zamorano Tomás Sánchez Santiago en las Jornadas en torno a Antonio Gamoneda que se celebraron en 2007 en la Universidad de León. Reproducimos un extracto:
“FELICIDAD BAJO MANTELES ÁSPEROS.
LA ESCRITURA VITAL DE ANTONIO GAMONEDA”
Por TOMÁS SÁNCHEZ SANTIAGO
(…)
Lo que hace fuertemente distintiva la escritura de Antonio Gamoneda empieza por el propio perfil del autor, que no se atiene a cánones previsibles. Lo condensaremos aquí en tres puntos: su adhesión a una tradición no prevista; su concepción de la identidad del escritor como alguien con derecho a tomar del lenguaje ajeno cuanto necesite para levantar su propio discurso –y, por tanto, sin noción de algo parecido a la propiedad exclusiva– y, por fin, su propio recorrido literario, pues pocos escritores de la lengua castellana, creo yo que ninguno, coinciden con los constituyentes biográficos del poeta leonés: ni una extracción social burguesa ni un adiestramiento literario académicamente pautado ni un aura profesoral. Su relación con la poesía se aparta de esa especie de normalización que parecía plantada para siempre en el siglo XX desde el magisterio de muchos de los poetas del 27, poetas-profesores que planean sobre la lengua poética no solo como creadores sino como teóricos y preceptistas, modelo que se ha venido repitiendo desde entonces y hasta la actualidad como una herencia natural en los poetas.
Por el contrario, la de Gamoneda parece ser una relación directa y natural con la propia energía del poema, y eso que es uno de los poetas que más y mejor ha reflexionado sobre el hecho poético, como muestran los textos de su libro El cuerpo de los símbolos entre otras manifestaciones de esta misma intención. Pero, sí, penuria biográfica, autodidactismo y un compromiso social preferente podrían ser factores que identifican al poeta y sustituyen definitivamente ese otro convencional dibujo del tapiz que configura al escritor contemporáneo como pieza troquelada del mundo sociocultural: burgués, letrado y con una fuerte intromisión en el mundo de las resonancias literarias. Por una vez, no ha sido este el caso.
No es gratuito comenzar a hablar así, de la propia persona, para abordar la importancia de lo vital en la poesía de Antonio Gamoneda. La vida, su torrente ingobernable y cargado de circunstancias imprevistas, es el primer componente al que Gamoneda guarda fidelidad en su relación con la poesía como lector y como creador. Siempre me ha llamado la atención que el autor de Esta luz alude invariablemente a La Celestina cuando se le obliga a citar un libro de lectura de cabecera que todavía le siga acompañando. Tal vez no haya en la literatura española una obra donde se trencen la muerte y la vida de manera más fuerte e indisoluble; tanto que ya sabemos cómo ha dado lugar a múltiples interpretaciones, desde las vitalistas hasta las existenciales. En el prólogo, Fernando de Rojas se extiende en consideraciones sobre la vida como perpetua contienda; esa dialéctica vital, que en ese escrito tardomedieval empaña todos los reinos de la naturaleza, parece aceptar sin drama una ciega y definitiva sumisión a la propia dinámica de la existencia. En cuanto a Gamoneda, en Descripción de la mentira se lee:
He temido tanto a la vida como a la muerte
Y es que también el comportamiento del ser humano en ese teatro de operaciones habrá de ser, en consonancia con el resto de las realidades, necesariamente así: un proceso gobernado por una ebullición instintiva que le fuerza a sobrevivir en inestabilidad continua, última explicación de este fenómeno que es la vida. “No es posible atribuir piedad a la naturaleza, ya que en ella no existe razón sino movimiento” escribe en Libro de los venenos Antonio Gamoneda siguiendo el dictado de Dioscórides. La sentencia parece dominar no solo la apreciación peculiar del poeta por los comportamientos vitales sino también el sentido y la orientación de la poesía, al menos de su propia poesía, concebida al modo de una entidad más de la naturaleza, más cerca de la cualidad de las segregaciones que de un producto manufacturado. En un poema de la secuencia denominada Exentos II se leen versos significativos que ratifican esta identificación:
Baja a escrutar la transparencia fría,
entra en el bosque de las venas, siente
los arroyos pacíficos, el ruido
denso y materno de la leche, escucha
los pasos cautelosos de las bestias.
Y aún más adelante:
Exprésate con sola tu existencia,
como el bosque secreto, que se dice
en la ciega madera y en el liquen
y en la profundidad y en la quietud.
Esta doble operación introspectiva, que identifica el acto creativo con una inspección corporal, biológica, nos hace pensar en lo que aquí denominaremos una ‘lógica vital’ como factor básico sobre el que se alza esta lengua poética. En torno a esta lógica vital plantearemos algunos amables acosos a la escritura poética de Antonio Gamoneda.
(…)