Querido Antonio

 

 

Dejé Irán en tal situación que los políticos ya no se ponían las máscaras de paz y democracia para llevar a cabo sus propósitos. Nos miraban directamente a los ojos y nos decían que lo que veíamos no era verdad. Los símbolos mataron a los amigos, los torturaron, aunque tuviéramos la pistola en la mano. Dejé Irán en la entronización de la mentira cotidiana, en la imposibilidad de la vida para los poetas, pero no quiero decir la imposibilidad de la poesía en la que nunca he perdido la fe. Hace ahora diez años que murió Ahmad Shamlu, nuestra conciencia existencial, y he conocido a Antonio Gamoneda y he podido hacerle las preguntas que le haría a él. Su presencia es semejante a la de mi amigo y maestro.
En nuestra cultura, los profetas compiten con los poetas. Al-Farabí y Avicena describen la imaginación como fuente principal de la inspiración  profética. Los profetas atrapan el milagro que puede inventar la realidad y dejan la magia como semi-realidad (o mentira) para los poetas.
Tras el ataque de Gengis Kan, cuando en Nishapur matan incluso a los animales, un momento que es la edad del hierro en la garganta y en que hasta/ a los signos vienen/ las sombras torturadas, un soldado arresta a Farid ud-Din Attar, el poeta. Un caminante reconoce al anciano y pregunta al soldado si, con monedas de plata, puede comprarlo. El poeta dice: “Este no es mi precio”. Y el soldado sigue. Otro caminante pregunta al soldado si puede comprarlo con monedas de oro. Y el poeta dice: “Este no es mi precio”. Finalmente un campesino ve al poeta y al codicioso soldado. También él quiere pagar por el poeta, pero afirma que sólo tiene paja. El poeta dice: “Sí, este es mi precio”. Irritado el soldado mata al poeta y la leyenda cuenta que éste se pone la cabeza cortada sobre el cuerpo y recita su último poema: el poema de un hombre sin cabeza.
En efecto, las leyendas populares contaban las verdades que los libros escondían: sabían que es real lo que no existe. Los poetas estaban sin palabras. Vivían más allá de la última profecía y podrían vivir mucho tiempo en la frialdad del mundo, con una absoluta simplicidad, como Baba Taher Oryan, cuyo nombre significa: “el claro y desnudo”. En una ocasión, estaba él en una escuela religiosa y preguntó a un estudiante: “¿Cómo podría alcanzar este grado?”. Él le respondió: “Una vez, durante el frío, rompí el hielo de este lago y pasé la noche entera desnudo ahí”. El hombre bromeaba y le sugería un imposible.  Sin embargo, dice la leyenda, Baba lo hizo. En el más frío de los fríos inviernos, rompió el hielo de un lago imposible y se metió desnudo en él. Y con absoluta naturalidad salió de la locura. Éste no es un camino que puedan soportar la filosofía y la política. Es la vía de los poetas.
Era una noche fría, oscura y desierta, sí. Un poeta, en una frialdad absoluta, sin un compañero fiel; una noche fría en un momento distinto de la historia, un momento en que todos los deseos estaban mudos en la imposibilidad y caía la nieve. Han pasado siglos y se ha podido oír una voz dirigida a todos: recordad esta canción antes de mirar mis ojos; mirad mis ojos en el instante de la nieve. Años después de aquel frío y  de los carámbanos de hielo, Toqrol, el victorioso, visitaba la ciudad y la gente llevaba presentes al rey. El poeta tropezó con un anillo viejo y oxidado en el camino. Cuando encontró al rey, puso el anillo en su dedo y le dijo : “Con este anillo te invistes del reinado del mundo”. Y era de nuevo la edad de hierro en la garganta. Ya.
Sí, Antonio Gamoneda escribe: Vi/ cuerpos al borde de/ acequias frías.// Amortajados / en la luz. La luz de sus ojos es testimonio del abismo y la oscuridad; la luz que es sudario de los cuerpos. Su sufrimiento de cristal está más allá de las dualidades física o metafísica; más allá de la esperanza y la razón: No hay diferencia entre mi carne y su tristeza. Sus contestaciones tocaron mi historia desde que descubrí el lenguaje para experimentar el momento en que el lenguaje se hizo mudo. La poesía no será operativa en la transformación de la realidad histórica y de la realidad objetiva, estructural. Lo que ocurre es que potencialmente, como posibilidad… La poesía aporta posibilidad, una invención de la realidad, esta es una expresión equivalente a la existencia del milagro que los profetas robaron a los poetas. Él responde la pregunta de este modo: todo se explica en la imposibilidad.
 Ahmad Shamlu habló de vecinos de antiquísimos tiempos, del que llegó hace siglos y del que vendrá después. Durante las entrevistas, descubrí en Gamoneda un vecino de hace siglos que hablaba, desde las profundidades del sufrimiento transparente, con Attar, Baba Taher, Hafez y Shamlu. En el tren de Madrid a Granada, en los días y las noches de Granada, en el tren de regreso de Granada a Madrid y en la casa de Clara Janés donde estuvo hablando de un relato inexplícito, pero un relato de los años de verdad, de mentira, de fidelidad, de traición, de sufrimiento.
Mohsen Emadí

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