Fernando Menéndez desmenuza cuatro afirmaciones tajantes de Gamoneda

El poeta asturiano Fernando Menéndez.
El poeta asturiano Fernando Menéndez.

(Reproducimos un texto del poeta asturiano Fernando Menéndez, publicado hace ya algún tiempo en la revista digital literaturas.com)

CUATRO AFIRMACIONES TAJANTES DE ANTONIO GAMONEDA
MÁS UNA NOTA PRESCINDIBLE

Por FERNANDO MENÉNDEZ

1. La poesía no es literatura

A propósito de la poesía de Claudio Rodríguez: “Pienso que la poesía no es, en su verdadera e intrínseca consistencia, un acto de referencia a la vida, sino una emanación de la vida. De ello se deriva que la poesía puede ser indiferente al realismo en cuanto a estilo, aunque, en un régimen secundario, no le está prohibido.” (Revista “Archipiélago”; nº 63)

Como ocurre con la pintura o con la música, Gamoneda aspira a demostrar la naturaleza autónoma de la poesía, su carencia de vínculos con realidades supuestamente de más trascendencia. Imitación o mimesis no son comportamientos propios del poema. Crear y no recrear; producir y no reproducir. Una relación que no renuncie a su independencia. Si lo propio de la literatura es la ficción, no así de la poesía; ésta es una realidad por sí misma. Aquí, según Gamoneda, radica una distinción esencial. Y es importante insistir en que se establece una distinción, que no una jerarquía. Hablamos de fisonomías diferentes, no mejores ni peores. “En la poesía están nuestro sufrimiento y nuestro gozo, y ese vínculo entre la poesía y la existencia hace que no sea una ficción. Lo cual no significa que no haya poetas que se quedan en la literatura, como tampoco significa que no haya poetas entre los escritores que trabajan en otros géneros.” Al no negar la excepción: “poetas que se quedan en la literatura”; “poetas entre los escritores que trabajan en otros géneros”, Gamoneda evita caer en la tentación de canonizar y aprovecha, de paso, para advertirnos de que, tal vez, haya poesía más allá o más acá de la poesía. Incluso que haya poesía fuera del soporte escrito. Esta posibilidad nos acerca más a una circunstancia más propia de actitudes vitales que de oficios interpretativos. Un verdadero poema vive, no interpreta la vida. Y vive, quién sabe, si a pesar del poeta.

2. Escribo desde una perspectiva de la muerte

“Lo que siento es extrañeza de que la muerte no esté presente en todos. La muerte es tan real como la vida misma, se nos hace necesaria para vivir y no conozco posibilidad alguna de anularla. Esto no es ser pesimista, es que la muerte, desde niño, abrió la puerta y encontró acomodo en mi casa.” (diario “La Nueva España”)

Lo que puede ser visto como morbosidad o pesadumbre, se trata únicamente de lucidez. Exceso de conciencia ante una realidad que a Gamoneda se le revela ya muy pronto. En los poemas la épica deja su lugar al énfasis y al patetismo. En el camino del poeta, la muerte va tomando sus propias denominaciones: “Libro del frío”; “Arden las pérdidas”. Pero lo que transmiten estos libros, lejos de la desesperación, es una serena intensidad; una serenidad intensa.

Se puede comprender la incomodidad que esto provoca en una sociedad que da la espalda a la muerte; rodeada de eufemismos; sazonada de naturales miedos; esperpento fatal para una comunidad que quiere verse eternamente joven.

“(…) cuando yo tenía dieciocho años, o menos, mis apelaciones a la muerte no eran totalmente desmotivadas. Mis alimentos terrestres habían tenido mucho que ver con la causa mortal. Fui un chico solo con su madre que vivía diariamente una ausencia: mi padre había fallecido cuando yo aún no tenía un año, y ella, sin saberlo, hacía caer sobre mí el peso de la desaparición. Pero hay más. Yo nací a la conciencia en 1936, en un barrio obrero de León. Desde mis balcones podía ver la represión iniciada con la guerra civil: los preparatorios, el miedo, los gritos de las familias, la sangre en la calle.” (revista “Zurgai”: “Con Antonio”)

DESDE los balcones, sobre el portal oscuro, yo miraba con el rostro pegado a las barras frías; oculto tras las begonias, espiaba el movimiento de hombres cenceños. Algunos tenían las mejillas labradas por el grisú, dibujadas con terribles tramas azules, otros cantaban acunando una orfandad oculta. Eran hombres lentos, exasperados por la prohibición y el olor de la muerte.

(Mi madre, con los ojos muy abiertos, temerosa del crujido de las tarimas bajo sus pies, se acercó a mi espalda y, con violencia silenciosa, me retrajo hacia el interior de las habitaciones. Puso el dedo índice de la mano derecha sobre sus labios y cerró las hojas del balcón lentamente)

“Lápidas”

3. Escribir, reescribir

“Yo no puedo respirar un poema con la respiración que tenía hace 50 años. Por más que haya aspectos de calidad formal que me estorban, lo que trato es de encontrar el poema vivo, actual, respirable hoy por mí, que pudiera estar dentro de los poemas antiguos”(diario “El País”). “Creo que mi reescritura no supone exactamente una voluntad de corrección, en el sentido de procurar una textualidad más correcta; lo que intento es que el poema se libre de los que, ahora, entiendo que no es materia poética. El trabajo se inicia y fundamenta en la eliminación, en la tachadura.” (“reescritura”, Abada Editores)

No experimentar el poema como una naturaleza muerta, como un elemento de adorno. El poema es un órgano vivo, sometido a las vicisitudes del tiempo y el espacio; de la emoción y la conciencia. En el poeta, los poemas son apéndices de su propia anatomía, intestinos que lo conducen a lo desconocido y disciernen entre lo esencial y lo accesorio. Reescribir para Gamoneda es librarse del exceso de materia, como a un viajero que, según avanza en su itinerario, le va sobrando equipaje.

4. La principal razón de la poesía es musical

“(…) el poeta debe, su ejercicio consiste en poner de relieve datos de musicalidad en lo verbal del discurso(…) Yo en el diccionario he visto la música. No en las significaciones. De repente leo dos entradas seguidas o tres sin asociación intelectual o de significado y hay unas relaciones que son musicales, físicas.”(en conversación con Ildefonso Rodríguez. “Los solitarios y sus amigos”, Ed. Calambur)

Entender la poesía como un género musical, donde ritmo, silencios, fraseos dan verdadero carácter a las palabras escritas. La relación con un poema de construcción más intelectual o emocional resulta más artificiosa y convencional.

De alguna manera, se traiciona la naturaleza misma de la poesía que, desde sus orígenes, nace vinculada a la música. La rima, que ha ido perdiendo paulatinamente su incidencia con la proliferación del papel impreso, es un recurso puramente musical al favorecer la memorización del poema. En momentos de la Historia en que la poesía ejercía su papel de medio de comunicación, se hacía imprescindible una memoria viva y ágil. Al musicar la información, el conocimiento; las experiencias y sucesos de un pueblo, se permite mejor su recuerdo. “Blues castellano” y “Descripción de la mentira” son, aunque por razones distintas, los dos títulos que apuntalan la razón musical de la poesía de Gamoneda. “Descripción de la mentira” presenta un fraseo original, sostenido en movimientos y modulaciones que hacen del libro una especie de sinfonía heterodoxa pero armónica; un jazz sentencioso matizado por los silencios. Para el poeta y crítico Miguel Casado “es el libro donde se cristaliza la voz más personal de Gamoneda y el que crea el espacio en que va a desplegarse toda su obra posterior.”

En “Blues castellano”, utiliza las formas explícitas del blues y el espiritual. Es el libro de “un hombre pringado, que está entre los treinta y los cuarenta y que ha hecho una pasión de lo inmediato.”

TOCAME un blues.
Un blues por favor.
Ninguna otra música
Calma mi dolor.
Langston Hughes (“Blues”)

LA MEMORIA es mortal. Algunas tardes, Billie Holiday pone su
rosa enferma en mis oídos.
Algunas tardes me sorprendo
Lejos de mí, llorando.
( “Arden las pérdidas” )

Una nota prescindible

Al sobrevolar Esta luz (Antonio Gamoneda. –Poesía reunida-1947-2004. Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores. Epílogo de Miguel Casado) se revuelve en el estómago una especie de vértigo histórico, similar, dicen, al que sienten los viajeros ante los restos de la Historia. Se tensa el nudo de los intestinos al comprender que en Esta luz se escribe la letra de mi educación sentimental. Todo lo que me ha acompañado y me ha dolido, todo lo que me ha abrumado y necesitado. El profesor Claudio Guillén lo denomina “múltiples moradas”. Lo cierto es que un libro verdadero se prolonga a través de una extensa reverberación. Así, un personaje de la última novela de Belén Gopegui (El lado frío de la almohada) al recordar un poema de Lezama Lima me enseña cuál es, para mí, el efecto de la escritura de Antonio Gamoneda:

“Ahora ya sabemos que la única certeza
se engendra en lo que nos rebasa.”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *